La historia de la grabación del primer disco de Mateo es sintomática de su relación con la profesionalidad (a lo mejor se entiende bien el personaje con el concepto de que fue siempre un amateur –un amador– de la música y nunca un profesional, es decir alguien que trabaja de músico). Mateo ya era considerado por entonces un prócer musical en Uruguay, sobre todo por El Kinto, pero no tenía disco propio. A esa altura, el medio ya tenía claro su carácter de divagante perenne, de diletante a la violeta, la inexistencia de un proyecto personal a largo plazo. Sin embargo, el técnico de grabación Carlos Piriz, uno de sus fans acérrimos y un socio, Coyo Abuchalja, casi que lo obligaron a empezar a grabar en Buenos Aires en 1971 lo que sería Mateo solo bien se lame. Tras pagarle al músico y a su novia Nancy pasajes y estadía, los flamantes dueños del sello musical De la Planta empezaron a comprobar que el intento de registrar las canciones en una semana era utópico: los tiempos de Mateo eran imposibles. Grababa un día un tema, que parecía recordar de casualidad, leyendo un cuaderno, y al día siguiente lo borraba. Invitaba músicos argentinos o radicados en la Argentina –entre otros, Horacio Molina, Pocho Lapouble, Jorge López Ruiz, Galo García, Oscar Cardozo Ocampo– y no los hacía tocar, los tenía de claque. Algunos tal vez estaban cuidando los instrumentos que podían haberle prestado, atentos a los datos que decían que Mateo hacía con toda naturalidad aquello que la leyenda cuenta que hizo Pappo con la guitarra que Spinetta le había prestado, más o menos por la misma época de estados alterados. Otros días, corriendo con las horas pagas de estudio, llegaba hasta ION sólo para decir que no estaba inspirado, y que volvía al día siguiente, o directamente no aparecía. Uno de los problemas de Mateo en Buenos Aires era claro: fuera del circuito montevideano, que conocía al dedillo, no conseguía marihuana ni anfetaminas. Debía arreglárselas con pastillas para adelgazar. Estuvieron dos meses en ese ir y venir, en esa apuesta de dos convencidos de su grandeza a registrarle un disco como arrancándoselo. Hasta que un día Mateo hizo la típica “voy a la esquina a comprar fasos” y se volvió a Montevideo, cerca de Navidad. El disco terminó siendo, lógico, el borrador de lo que podría haber sido: Piriz estuvo un año pegando partes de temas, cortando otras, armando conceptualmente los trozos dispersos, bordando un rompecabezas a partir de las pistas dejadas por el autor. “En esa época -cuenta Molina–, Mateo fumaba porro como un loco, y parecía que siempre andaba en una nube. Estábamos en casa y de repente me decía: Vení, loco, acompañáme que tengo una actuación. Y entonces partíamos y llegábamos a un boliche, por ejemplo, de Almagro, y el tipo tocaba unas cosas dificilísimas para tres borrachos uruguayos que lo conocían y dos argentinos que lo miraban como sapo de otro pozo, y él estaba chocho. No tenía esa cosa de Soy Artista. Le chupaba un huevo ser Artista. Estaba convencido de que no debía transar con nada ni nadie, y que si el precio era cagarse de hambre, se iba a cagar de hambre. Y así fue.”
“Mateo solo bien se lame fue realmente como una bomba en Uruguay, me marcó definitivamente. Es un disco que devoré, que conozco de memoria. El disco sigue sonando como un clásico. Cuando salió, ya era un clásico. Marcó una línea estética, en mi opinión, absolutamente tercermundista, si es que esto quiere decir algo: Mateo haciendo un disco con una guitarra acústica y un tambor, en un momento en que toda la música estaba electrificada, en que el rocanrol se hacía cada vez más sofisticado y se tendía ya a dejar la forma simple para llegar al rock sinfónico, al estilo de Emerson Lake & Palmer o Yes. En ese momento, Mateo salió con una guitarra acústica contra el mundo, en un estilo que se apartaba de los parámetros folklórico-rurales, o políticos, para entrar en una atmósfera de mayor vuelo desde el punto de vista espiritual. Mateo tenía una gran influencia de Joao Gilberto y de las atmósferas que creaba Ravi Shankar, pero era una procesadora estética muy particular, con un enorme cuidado y un enorme olfato para las verdades musicales. Tomaba lo que creía que debía tomar, con un criterio particular y personal muy profundo, y lo elaboraba. Lo mismo desde el punto vista rítmico. Era un guitarrista y un percusionista genial.”
Carlos Piris: Productor asociado, técnico de grabación
Temas:
01- Yulele
02- Quien te viera
03- Uh, qué macana
04- De nosotros dos
05- Niña
06- Tras de ti
07- Por qué?
08- Jacinta
09- La Mama vieja
10- Lala
11- La chola
12- Esa cosa
13- De mi pueblo
que edicion es ?
ResponderEliminarLa que tengo pa' compartir, mi estimado.
EliminarEste disco debería enseñarse en las escuelas! Un GRANDE con mayúsculas, Mateo. Ojalá algún día reediten su obra como se merece. Abrazo
ResponderEliminarEntre los tres mejores discos de la música rioplatenese. Material de estudio.
EliminarUn abrazo!!
Un precioso disco de Mateo, mi hija lo conoció este año.
Eliminar6to de orientación Artístico, la profesora de música mandó a toda la clase a escucharlo.
Parece que el deseo de Cosmo Kramer, expresado en el comentario anterior, se ha cumplido. Sería buenísimo que los chicos puedan tomar algo de la música de Mateo.
EliminarSaludos, Andresdls.